Inspirada en el acto de heroísmo ocurrido el 7 de noviembre de 1907, cuando un joven maquinista ferroviario, llamado Jesús García, alejaba un ferrocarril cargado de dinamita de una inminente explosión que hubiera acabado con la vida de los habitantes del pueblo de Nacozari, Sonora (México). En este mismo pueblo, setenta y siete años después, comenzaría a vivir la etapa donde he sido más feliz: mi infancia. En una especie de agradecimiento a este lugar que tanto me marcó, quise dejar plasmado mi talento a través de una pintura que rindiera homenaje a Jesús García y al pueblo de Nacozari con una obra que adornara las paredes del Municipio del ahora llamado Nacozari de García, Sonora. La obra la realizaría en Guadalajara, de ahí surgió la primer idea: hacerla sobre tablones de madera que fungieran como durmientes de vías de ferrocarril para que, terminada la pieza, pudiera llevarla a Nacozari y montarla in situ. Los elementos compositivos de la obra serían el rostro de Jesús García y la Máquina 501. El fondo lo compone un collage de fotografías históricas de las distintas etapas mineras que ha tenido Nacozari a lo largo de más de un siglo. En estas imágenes aparece el primer pueblo minero de la zona, algunos personajes locales de relevancia a nivel nacional, dos presidentes de México y diversos monumentos y espacios arquitectónicos. Un detalle que aproveché fue colocar de forma dispersa algunas fotografías de la familia Rodríguez Mota en representación de toda la comunidad que tuvimos la fortuna de compartir aquella época tan maravillosa. Esta pieza ha sido la más personal que he realizado y, junto con “El Gallo de Oro”, la que más satisfacción y orgullo me ha dado.