Éste fue mi primer encargo, solo me dieron tres requisitos: pintar un gallo, que fuera de pelea y que midiera 70 x 90 centímetros; por lo demás tendría total libertad de creación.  Desde el principio significó un reto para mí, pues no solo quería pintar un gallo bonito, me interesaba que fuera una obra original, creativa, con aporte y sentimiento. El proceso de investigación jugó un papel relevante, durante el cual llegué al libro “El gallo de oro”, de Juan Rulfo, de quien solo conocía algo de su trabajo como fotógrafo, así que sería buen pretexto para, por fin, leerlo. El libro me gustó y decidí basarme en él para crear la obra. Lo más interesante y retador del proceso creativo fue la elección de los elementos principales de la obra literaria y encontrar cómo representarlos en una composición en la obra pictórica. La pieza final está llena de simbolismos, cada elemento plasmado tiene una razón de ser. Por primera vez me sentí creador de una obra completamente original. Tuve la sensación de satisfacción de alguien que ha creado algo único, con toda su creatividad, talento y corazón. Esta es una de las dos piezas que más satisfecho y orgulloso me tienen (la otra es “Jesús García, historia de un legado”).